Castillo de Jarque

La primera mención documental sobre la existencia de Jarque y de su Castillo nos remonta al siglo XII. En esa fecha, el territorio correspondiente a lo que hoy constituye la Comarca del Aranda ya estaba bajo el dominio cristiano y es de suponer que existiese una fortaleza.

Jarque del Moncayo (Zaragoza)

El castillo se alza sobre un pequeño espolón rocoso de la ladera del cerro conocido como “la Atalaya”, delimitado en el lado oeste por un pequeño barranco donde se localizan restos de diversas edificaciones que pudieron albergar pajares o bodegas. Para poder asentar la espectacular mole de la fortaleza, se creó una plataforma de piedra y argamasa, formando una falsa meseta de más de 700 metros cuadrados de superficie donde se sitúa el castillo. La planta es ligeramente trapezoidal y conserva restos de paños de muralla que oscilan entre los 28 y 34 m. de largo.

En las esquinas del lado sur los muros se curvan formando dos torreones ligeramente troncocónicos, que sobrepasan en altura a los muros del castillo, siendo de mayor tamaño el del lado sureste. Los torreones no llegan a formar un cilindro completo, sino que se curvan siguiendo el trazado de la muralla.

Los torreones aún conservan restos de las almenas que recorrían todo el perímetro de la fortaleza, rematadas en punta y similares a las que presentan otros castillos de la zona como el de Aranda de Moncayo.

La fachada principal es la del muro norte. En ella existe un zócalo de piedra de sillería perfectamente escuadrado, tanto en el recorrido del lienzo como en sus flancos abaluartados, de considerable altura y sobre él se dispone la mampostería con el mismo aparejo que en el resto del castillo, incluidos los dos torreones mencionados del lado sur. A los pies de esta fachada se asienta la población.

Se accede al castillo por el muro norte cuyo talud conserva los restos de una escalera que desemboca en la puerta rematada con un arco ligeramente apuntado formado por dovelas de piedra, donde se encuentra el escudo labrado en la clave de la familia de los Luna.

Su interior se encontraba colmatado con los restos de los materiales del castillo que habían ido cayendo a lo largo de los años, en especial casi todo el muro norte y el muro este que habían desaparecido, alcanzando una profundidad de hasta 3 metros.

 

En los paños oeste y sur existen restos de numerosos vanos con diferentes funciones (saeteras, ventanas, etc.) de una forma bastante aleatoria, lo cual, nos da una pista sobre su reconversión de construcción puramente militar en residencia señorial.

Dentro del castillo se aprecian los restos de lo que pudo ser la primitiva construcción de origen musulmán, sobre todo en el muro de la torre sureste y en la esquina noroeste, consistentes en muros de tapia de tierra sin calicostra, reforzados con argamasa y yeso, en los que aún se puede apreciar las improntas o mechinales de las agujas que sujetaban las maderas de los encofrados. Esto nos muestra la existencia de dos fases constructivas: la primera en torno al siglo XI que quedó “envuelta” por la actual fábrica en el siglo XIV.

El Castillo ha sufrido numerosas y complejas transformaciones. A lo largo de su historia tuvo dos usos claramente diferenciados, primero el militar y finalmente el palaciego.

Se creó como una fortaleza defensiva en época musulmana que se mantuvo y reforzó tras la ocupación cristiana, hasta que en el siglo XV pasó a convertirse en una residencia palaciega. Los restos conservados pertenecen a esos dos usos.

Al primero pertenecerían los gruesos muros exteriores del perímetro del castillo que están formados por la superposición de dos muros, uno interior de época musulmana del que sólo se conservan las partes bajas y unas tapias de tierra sobre ellos en dos esquinas, y otro exterior de mayor altura de época cristina que reforzó y recreció al anterior y al que pertenecen los torreones troncocónicos y la mayor parte de los muros conservados.

Al segundo corresponderían todas las paredes interiores de altura mucho más pequeña que conforman el interior del palacio, que estuvo formado por un patio central con una escalera y rodeado por estancias perimetrales.

Entre los años 1985 y 1986 debido al avanzado estado de ruina del castillo y el peligro que suponía el posible desplome de la esquina noroeste, se realizaron una serie de intervenciones de urgencia. La más significativa fue la construcción de un “contrafuerte” de hormigón para sujetar los muros en peligro.

Durante las obras de consolidación, al vaciar los rellenos del interior, han aparecido los restos de su última configuración, formada por un patio central porticado con una escalera de acceso al nivel superior y una serie de estancias a su alrededor con muros gruesos y de una altura importante.

La intervención ha consistido en la consolidación de los muros perimetrales defensivos y de los restos palaciegos aparecidos en el interior del recinto tras la excavación arqueológica, realizando solo las reposiciones volumétricas necesarias, poniéndolos en valor para poder ser visitables, acondicionando el acceso desde el exterior y los solados de los espacios interiores aparecidos.

El acabado superficial de los suelos interiores ha sido una de las intervenciones más complejas, ya que en su origen estuvieron cubiertos. Por ello, para protegerlos se han dispuesto unas sencillas soleras de hormigón de cal que conducen las aguas hacia los drenajes perimetrales terminados con grava entonada cromáticamente con los muros y el resto del Castillo, solucionando el paso entre estancias mediante peldaños de piedra caliza a modo de alfombra. Además, se ha recuperado la escalinata en el antemural norte mediante un peldañeado de hormigón de cal, y para controlar las visitas se ha dispuesto una puerta semitransparente en el vano de acceso.

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